


Por fin, el gobierno ha publicado las balanzas fiscales. Ya sabemos que Cataluña o Madrid pagan mucho más que Extremadura o La Mancha. Menudo descubrimiento. Ahora faltaría que Zapatero publicara también las balanzas fiscales de las provincias o de las ciudades. De esa manera seguramente nos enteraríamos, igual de sorprendidos, de que los habitantes de Marbella pagan más que los de Algeciras. O bien se podrían publicar las balanzas fiscales por barrios y descubriríamos que Sarriá es más solidario con la Hacienda Pública que el Carmelo, y el barrio de Salamanca más que el pozo del tío Raimundo. Y, yendo un poco más lejos, tal vez convendría publicar las balanzas fiscales de los ciudadanos y entonces tendríamos que concluir que Emilio Botín es más solidario que el kioskero de la esquina (supongo).

Y luego están los rasgos secundarios que definen al buen izquierdista: ser del Barça, estar a favor de la inmersión lingüística obligatoria y decir miembra. Todo eso es de izquierdas
Durante la revolución francesa ser de izquierdas era ser jacobino; ahora ser de izquierdas depende de Zapatero. Nuestro presidente ha logrado hacerse propietario de tan prestigiosa etiqueta, vaciándola de contenido con su sonriente capacidad para malear el lenguaje, y por eso su entorno está plagado de izquierdistas encantados de conocerse. Veamos: bajar los impuestos es de izquierdas. Bueno, vale, aceptemos pulpo como animal de compañía. La directiva de la vergüenza, esa que permite encarcelar a inmigrantes durante 18 meses, es de izquierdas. Está bien, aceptaremos también diplodocus como animal de compañía. La publicación de las balanzas fiscales —esas que sirven para que los territorios más pudientes humillen a los menos— y la improvisada y asimétrica descentralización del país, que permite a Esperanza Aguirre privatizar la Sanidad y a Montilla discriminar a sus inmigrantes en centros educacionales, también son de izquierdas. En fin, ya puestos: aceptemos al tiburón blanco y al lirón careto como animales de compañía.
Y luego están los rasgos secundarios que definen al buen izquierdista: ser del Barça, estar a favor de la inmersión lingüística obligatoria y decir miembra. Todo eso es de izquierdas. En resumen, que todos somos de izquierdas —o sea, enrollados, guays y molones— siempre y cuando acatemos el canon cambiante que marca nuestro querido presidente en función de sus estrategias electorales o de gobierno. Yo debo de ser un reaccionario de tomo y lomo, porque no me trago el humo que nos vende. Me irrita la garganta, y más cosas.

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