


Los franceses esperaban grandes cosas de su selección de fútbol y no pudo ser. Francia siempre está preparada para celebrar su grandeur y su fracaso en el mundial de Sudáfrica se convirtió, por sorpresa, en una crisis de Estado. El rifirrafe entre el entrenador y los jugadores provocó la creación de una Comisión de Investigación en la Asamblea Francesa. ¿Desde cuándo un desencuentro entre entrenador y jugadores se convierte en asunto prioritario de Estado? ¿Cómo interpretar el sesgo, específicamente político, que adoptó la crisis de la selección de fútbol francesa? ¿Qué esta pasando? Mención aparte, pero de parecida urdimbre, merece el caso de la selección teutona. Los alemanes hicieron piña con la manschaft, con su selección de fútbol, con gestos y decisiones que rayaron en el paroxismo. Alemania utilizó la marcha de su selección para poner sobre la mesa un proceso mediático, sin precedentes, con sorprendente respuesta popular. Fue la locura. ¿En qué clave hay que leer la movilización popular y mediática de las gentes de las tierras pantanosas de los Países Bajos, de Holanda, con la selección orange? En qué clave hay que interpretar una movilización popular de tan vastas proporciones, que concitó el entusiasmo de cada vecino de Holanda.
Sin leer la prensa de Francia, de Alemania y de Holanda no se acierta bien a discernir lo que está pasando. Prensa, por cierto, con mayor regusto por la libertad de opinión y menos intervenida y besamanos que la prensa española. Nada les puedo añadir sobre la formidable reacción popular, asertiva, de los españoles ante el éxito de nuestra selección de fútbol. La opinión pública de Francia, de Alemania, de Holanda y de España no han querido dejar pasar la ocasión para enviar un mensaje instintivo a quien quiera oírlo: Francia, Sí; Alemania, Sí; Holanda, Sí; España, Si y Unión Europea: bastante menos. No son buenas noticias para el euro. En el caso de España cabría añadir más variables y muy venenosas cuyo desenlace no está escrito, pero que se adivina agrio y bronco. Los españoles han iniciado una senda y han dejado dicho que no piensan esperar a una clase política, la suya, que se ha convertido en su principal enemigo. La clase política española no está eufórica por el triunfo de su selección de fútbol, está anonadada y estremecida, pero de miedo. Simulan entusiasmo. Otro tipo de encuestas se ha puesto en marcha. La nuevo método no arroja porcentajes, arroja bufidos que se obtienen a toque de corneta aquí, en Francia, en Alemnia, en Holanda, en Portugal o en Italia. La culpa es de la vuvuzela, de la lepatata zulú, de la corneta de Sudáfrica.
antonio.yuste@peatom.info