


Análisis. Los reveses, auténticos mandobles, a nuestra política exterior se suceden a un ritmo trepidante.El apoyo a Evo Morles (Bolivia), a Chávez (Venezuela), a Correa (Ecuador), a Ortega (Nicaragua), a los hermanos Castro (Cuba), a Mahmud Admadineyad (Irán), a Caruana (Gibraltar), a Hamas (Palestina), al Sultán Mohamed VI (Marruecos), a Zelaya (Honduras), a la Alianza de Civilizaciones (que proporciona cobertura intelectual a todos los movimientos islámicos terroristas), ha terminado convirtiéndose en una gigantesco fiasco para nuestros intereses y para la población en general.
La comunidad internacional, también Estados Unidos, está con Aminatu Haidar y los que están aislados, muy aislados, son Zapatero y Mohamed VI
Los desaires a España se suceden si cesar. El último el rechazo de la Unión Europeo a colaborar con España en el caso Aminatu Haidar. El secuestro de sus barcos pesqueros, el secuestro de sus cooperantes, realizado por terroristas islámicos o el último episodio, cocinado a pachas con el sultán Mohamed VI, el de Aminatu Haidar, abre en canal, despanzurrándola, nuestra política exterior.
Aminatu Haidar, como muchos otros ciudadanos del Sahara Occidental, no poseen documentación e identidad, no son marroquíes y tampoco son saharauis, circunstancia alegal vergonzante en el siglo XXI y que, a pesar de lo cual, le sirve al Ministros de Exteriores Marroquí como pretexto para amenazar a España con anegarla de pateras y al de Economía, para rematar el clavo, burlarse del derecho internacional y afirmar, tan chusco, que Aminatu Haidar está tratando de manera cruel a Marruecos y a España.
Son declaraciones que no están teniendo respuesta alguna por parte de España y que han servido para retratar a toda nuestra clase política, atascada en sus pleitesías constantes e incomprensibles al sultanato. En Marruecos, el pertinaz fracaso económico, civil y cultural, que se manifiesta con el crecimiento explosivo de los partidos religiosos, moderados y radicales, pone al sultanato, su viabilidad histórica y política, en una situación muy comprometida. Un sultanato que no cedido en ninguno de sus derechos feudales a favor de la prosperidad general y que demuestra una intransigencia muy temeraria en el expediente saharaui en contra el derecho internacional, en contra la ONU y en contra la comunidad internacional. El sultanato ha unido su superviviencia, en una operación muy arriesgada, al éxito de su política territorial expansionista.
Sostener a tumba abierta a Mohamed VI como si de tal sostenimiento se derivara la seguridad y estabilidad de Marruecos, está constituyendo una apuesta con toques muy extravagantes. Las políticas territoriales expansionistas, de matriz militar, no han tenido éxito alguno desde hace un siglo y no lo tendrán, por decimonónicas, en el siglo XXI. No lo han tenido en el continente africano y en ningún otro continente. La Unión Soviética, terminada la guerra fría, tuvo que renunciar a parte de su inmensidad. Yugoslavia y Checoslovaquia, que surgieron con el Tratado de Trianón, después de la primera guerra mundial, se dehicieron con la caída del muro de Berlín. Las políticas expansionsitas de los tutsi hacia la República Popular del Congo, en el continente africano, se han saldado con un rotundo fracaso y esa es la suerte que le toca correr a Marruecos en el Sahara.
:: Más previsores
Nuestra variopinta clase política, sin convicciones, anclada en el menudeo —ciega ante la historia—, sigue ciega ante el ejemplo de Portugal, que exigió la autordeterminación del Timor Oriental, lo que la ONU avaló y apoyó sin fisuras, obligando a Indonesia, una superpotencia de 220 millones de habitantes, a replegarse militarmente.
Timor Oriental nació como país en 2002, después de 27 años de ocupación por la tropas de Indonesia, aprovechando la revolución de los claveles de Portugal. La ocupación recibió el rechazo de la comunidad internacional y el apoyo, explícito, entonces, de EE UU y Australia (los Estados Unidos de Nixón y Kissinger). Y Nixón y Kissinger, asimismo, son los auténticos responsables de la Marcha Verde sobre el Sahara y lo que alinearon a Marruecos en el bando occidental de la Guerra Fría.
Actuación de importancia capital frente a una España, en aquellos momentos en plena transición, que no sabía de que lado de la baraja estaba y con Argelia alineada en el campo soviético. La posibilidad de que el Sahara Occidental cayera en manos soviéticas era tan alta que los Estados Unidos optaron por la vía militar. En frente tenía a una España que tonteaba con el Movimiento No-alineado y con la neutralidad mientras pactaba a caraperro con los soviéticos.
¿Existe aquel Estados Unidos y la clase política de entonces tiene algún predicamento en los actuales Estados Unidos? La mayor parte de aquella clase política ha fallecido y Estados Unidos con Australia fueron eficaces impulsores de la propuesta de Portugal, antigua metrópoli de Timor Oriental, en favor de su autodeterminación e idenpendencia. La Guerra Frían concluyó en 1989, han pasado 20 años y los viejos expedientes militares han sido puestos al día, excepto uno, el Sahara Occidental, básicamente, porque España, la potencia administradora ha elegido unir su suerte a la del Sultanato. ¿Por qué lo hace? No existe explicación excepto que demos por buena nuestra inveterada atracción por el abismo.
La obcecación prosultanato en la que está embarcada nuestras élites políticas, desde el Rey hasta el último responsable, donde exista, de política exterior, es un ejemplo de lo que no debe hacerse. La alineamiento con el Sultán es un contrafuero, se opone a la historia, al derecho internacional y a la lógica de los acontecimientos. Marruecos tendrá que aceptar que su principal reto es la prosperidad y no la expansión militar alucinada, con un coste militar, económico y político que no puede pagar. Repetimos, la Guerra Fría terminó hace 20 años. Aminatu Haidar, ella sola, de un plumazo, ha acorralado a dos regímenes igualmente culpables, el español por omisión, por no administrar el Sahara Occidental siendo la potencia administradora, y el marroquí que lo administra sin mandato para hacerlo. La suerte está echada. El caso de Timor Oriental, de idéntica factura al del Sahara Occidental dictó lo que la comunidad Internacional tiene previsto para un país desértico, de medio millón de habitantes, a las espaldas de las Islas Canarias y con mucho petróleo. La comunidad internacional, también Estados Unidos, está con Aminatu Haidar y los que están aislados, muy aislados, son Zapatero y Mohamed VI.
Lo que queda, el zumo, de la acción exterior española, es que Zapartero se siente más cómodo con el Sultán y los terroristas de Al Qaeda, con los que negocia y a los que no persigue que con la pacifista Aminatu Haidar, harta y cansada de razón. Lo que destila la acción exterior de Zapatero y Moratinos, la que pesa, la que mejor se percibe, es la preferencia enfatuada por el radicalismo alucinado e históricamente fracasado.
