


Por Fernando Díaz Villanueva. Estamos ya en junio y sigue lloviendo, y haciendo frío, y el verano que no llega, y la sequía que no se decide a dejarnos secos tal y como el oráculo de Al Gore había vaticinado. Esto, después de un invierno de chuzos de punta, una primavera de truenos y pantanos hasta los topes, desaguando alegres desde el Ter hasta el Guadalfeo, que es un río granadino al que no le hace justicia el nombre. Los del lugar se quejan, con razón, de que así no hay quien viva, que esto no es plan, que para ver llover no hacía falta tomar medidas tan urgentes, ni firmar protocolos de Kioto, ni observatorios sobre el cambio climático ni nada de nada.
Los difusores de la trola, milenaristas de nuestro tiempo, llevan una década tocando la flauta, con o sin su perro reglamentario, con tal acierto que los socialistas de todos los partidos bailan embobados la tonadilla
Han bastado nueve meses para que la pamema del calentamiento global, ese edificio construido con esfuerzo, dedicación y toneladas de dinero ajeno se venga abajo. Al final, el tiempo ha hecho lo que lleva eones haciendo: ir a lo suyo, especialmente en España, donde el clima a es tan caótico y caprichoso como el carnavalesco espíritu de sus habitantes. Los difusores de la trola, milenaristas de nuestro tiempo, llevan una década tocando la flauta, con o sin su perro reglamentario, con tal acierto que los socialistas de todos los partidos bailan embobados la tonadilla. Y lo seguirán haciendo aunque ya con menos ritmo y convicción, porque resulta que el fin del mundo nos ha concedido una prórroga.
Por si lo del clima no fuese suficiente, este año trae un regalo envenado para los apóstoles de la falacia insostenible del desarrollo sostenible. Ha quedado claro que no se puede gastar lo que no se tiene, y que poner a una cuadrilla de albañiles a pavimentar aceras que estaban como nuevas no es generar riqueza, sino destruirla. Con las reservas de grasa consumidas, el perro, la flauta y el amo empiezan a advertir que no hay de dónde sacar. La tozuda realidad amarga el sueño de los asaltantes de nuestra cartera que, por un momento, se creyeron tomando el Palacio de Invierno a lomos de un Audi A8 tuneado como aquel que Benach (Presidente del Parlament catalán) se puso para pasearse por Reus.
Sin más Apocalipsis que la presupuestaria, hasta Obama, la gran esperanza negra en la que cifraban la salvación de su tontería congénita, les ha fallado. Al del teleprompter le sale todo mal. Le han quitado su Blackberry y la derechona le monta manifas que, casi, casi, se diría que son antifas. El aborrecido ejército yanqui sigue en Irak y en Afganistán; Guantánamo, por su parte, sigue abierto porque los prisioneros yemeníes prefieren quedarse allí que ser trasladados a un penal de Illinois. Ese otro mundo posible ha terminado siendo demasiado parecido al imposible de los bushes y los aznares al que, con bongo y flauta pero sin perro, atacaban sin piedad hace sólo cinco años. Una eternidad.

La ética de la ley natural establece que puede determinarse lo que es bueno o malo para el hombre según le permita o le impida realizar lo que es mejor para la naturaleza humana
Lo perjudicial de la situación no es que existan las indemnizaciones por despido, sino que éstas no se puedan pactar voluntariamente por las partes
Intereconomía hizo el año pasado una campaña de autompromoción con esa idea. En un spot se comparaba el día del orgullo gay con "364 días de orgullo de la gente normal y corriente"
Por eso Obama se equivoca y Merkel acierta. Por eso Hoover y Roosevelt se equivocaron hace 80 años cuando desbocaron el déficit público de EEUU
Los compradores potenciales de bonos soberanos de España se preguntan si el Gobierno no estará ahogando a los españoles
Las multas están tomando una parte destacable en la financiación de las administraciones locales
El franquismo introdujo y reguló los convenios colectivos por primera vez en el derecho laboral español en 1958.
Lo que sí soluciona el desempleo es la creación de puestos de trabajo por los empresarios. Pero para eso es necesario pronunciar dos palabras malditas: acumulación y capital
Algunos necios no se conforman con llevar vidas sencillas y dejar vivir a los demás: tienen que decirle a todo el mundo qué puede y qué no puede hacerles felices
Más bien son los gobiernos y sus acólitos quienes actúan más irresponsablemente, suponiendo la mayoría de las veces un lastre para el progreso económico y el aumento en la calidad de vida
